Ahora más que nunca hago como que trabajo, pero he tenido más tiempo para dedicarme a lo que amo hacer: tejer. Gracias a eso he podido convivir con la familia y los amigos, no es que yo sea muy dada a las reuniones, pero en los momentos de mayor concentración, cuando estoy desarrollando el pensamiento más abstracto el teléfono suena: que te vengas a tomar un café.
Gracias a esas llamadas hace un par de días una sobrina llegó y me preguntó: te acuerdas de la blusa que le hiciste a mi hermana?? – cuál blusa?? Cuál hermana??- son más de 8 hijos en esa casa. Después de un diálogo no muy largo ella resolvió que era mejor ir a buscar la dichosa blusa, misma que ustedes pueden ver en la imagen.
Fue la primera prenda que hice a ganchillo, cómo quería que me acordara, la dueña de la blusa ya es madre y casi huela a suegra; el caso es que la sobrina de buena memoria quiere una igual… y la tía renegada preguntó –igual, igualitita o del mismo estilo???- pues con otro tipo de estambre y otro color, y más larga y con manga corta – hmmmm??? Eso no es igual… y después de otro ir y venir de preguntas y respuestas dijo que la hiciera como yo quisiera, pero más larga y con manga corta, jajaja, no me ganan una.
Lo que más risa me da es que la blusa, así como la ven debe ser talla 1 o 2, en aquellos años la dueña debió haber tenido 14 o 15 años, hoy la hermana (que le dio la segunda vuelta a la blusa) tiene algunos 24, pero para nada es talla 1, me dijo –la quiero talla L – y mi respuesta –pero no L de “lombriz” cómo la roja- jajaja.
Ya he comentado que finitas, finitas no somos, pero tenemos una constante, en las tempranas juventudes tooodas hemos sido extremadamente delgadas, son los años los que nos hacen ponernos “repuestitas” cómo dicen los mayores, así que cuando vamos de tiendas y pedimos una talla “L” y ésta viene reducida solemos decir: esto es L de lombriz, esto no nos queda… lo siento, hoy comí payaso.