jueves, 24 de julio de 2008

Tejo, luego existo...

Toda conducta obsesiva compulsiva, por definición, interfiere en el desempeño diario de la persona. Después de casi 30 años como tejedora obsesiva con conductas tan compulsivas como tener una labor en el auto, una en el bolso de mano, una en la recamara, una en la sala, en el estudio, en la oficina, etc., he llegado a conclusión algo raro pasa. Tejer llena todos los vacíos que, como ser humano, pudiera tener en un momento dado: si estoy sola, me acompaña; si estoy frustrada, ver lo que soy capaz de hacer me reanima; si tengo frío, me cubre; si estoy aburrida, me divierte; si estoy estresada, me relaja…

Pero ¿realmente ésta conducta “interfiere”? Trabajo, estudio, atiendo la casa, paseo al perro y sigo tejiendo. Considero que en un mundo donde los satisfactores materiales trascienden a los espirituales (no lo digo yo, quizás ni siquiera estoy de acuerdo, pero es una realidad) el tejido también hace amable esa parte de la existencia. No hay nada más reconfortante que una prenda tejida y poder decir: tengo un suéter de X estambre, donde X implica calidad, costo, marca, etc.

Solamente diré algo más, cuando hay excedente (vivimos en una economía de capital) la única opción es el comercio, pero la moneda de curso puede ir desde sentimientos tan puros como el amor, la amistad y la gratitud hasta el dinero. El tejido interviene en todos los aspectos de la vida, cubre todos los satisfactores espirituales y pudiera cubrir los materiales, por eso solo puedo decir: tejo, luego existo.

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Tejer o no tejer...

Algunas veces me pregunto porque siento la necesidad de tener mis manos ocupadas con una labor de tejido; solo puedo responder que si no tejo con las manos, tejo ideas en mi cabeza. Si tejo con las manos consigo que alguien más disfrute lo que yo hice, si tejo con la cabeza corro el riesgo de lastimar a alguien. Lo mejor es mantener las manos ocupadas...